EL ETIQUETADO FRONTAL DE ALIMENTOS OFRECERÁ MENOS INFORMACIÓN QUE ANTES
Polémica por los cambios que decidió el gobierno
“La opinión es negativa, porque ahora vamos a ver menos de lo que veíamos antes con el etiquetado frontal”, dijo la presidenta de la Fundación Sanar, María Belén Núñez. Coincidió con ella la cocinera Narda Lepes.
La Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) realizó modificaciones en el Manual de Aplicación de la Ley de Etiquetado Frontal, que se encuentra en vigor desde mayo pasado, y se desató una polémica.
La medida, que se introduce a partir de dos disposiciones publicadas el jueves en el Boletín Oficial, afecta el cálculo de agregados de grasa, azúcares y sodio y la publicidad de los productos.
La decisión se verá reflejada en próximos días -cuando las fábricas distribuyan los alimentos rotulados bajo las nuevas pautas- y tiene como fin “adaptar” la normativa a estándares internacionales para “mejorar” la información nutricional disponible para los consumidores.
María Belén Núñez, licenciada en Nutrición y presidenta de la Fundación Sanar, expresó su preocupación: “La opinión es negativa, por el hecho de que ahora vamos a ver menos de lo que veíamos antes con el etiquetado frontal”.
Núñez aclaró que hasta ahora se consignaban los excesos de todos los nutrientes críticos, mientras que ahora solo se evidenciarán los que la industria agrega. “Por ejemplo, en un fiambre, antes veíamos los sellos de grasas totales, grasas saturadas y sodio. Ahora solo vamos a ver el de sodio”, ejemplificó.
La especialista advirtió que esto podría dificultar la identificación de excesos intrínsecos en los alimentos.
A partir de ahora, la ANMAT evaluará únicamente si hay exceso de los nutrientes críticos añadidos, no de los que forman parte de la composición química del alimento.
La nueva reglamentación está basada en el perfil nutricional establecido por la Organización Panamericana de la Salud (OPS), aunque con una variante clave: el cálculo de nutrientes excesivos, como grasas, azúcares, sodio y calorías, indicados únicamente los ingredientes añadidos durante la producción, no los intrínsecos de los alimentos.
Los productos etiquetados bajo la normativa podrán mantenerse en circulación hasta agotarse, pero las nuevas adaptaciones serán obligatorias para toda producción futura.
También opinó al respecto la cocinera Narda Lepes, que rechazó como “un retroceso” la decisión de la ANMAT, pero además hizo hincapié en que la ley “no eran solo los octógonos negros”, sino principalmente “todas las medidas que tomaba para evitar los consumos condicionados en los niños”.
Lepes, una de las principales y más consecuentes precursoras de la ley de etiquetado frontal, remarcó que “Lo de incluir información en las etiquetas, era necesario: lo que la industria sabía que ponía en lo que consumismo, también lo sabía el Estado. Con el etiquetado frontal, la gente empezaba a ser consciente de ello. Por eso estas decisiones como la de la ANMAT son un claro retroceso.
“El impacto más importante era en materia de salud pública. La ley no prohibía nada, informaba. En lugar de prohibir lo que llevamos a casa, se podía ver lo que entraba en las escuelas. Y, sobre todo, que los procesados llenos de grasas, azúcares, grasas saturadas y de calorías vacías, no tuvieran dibujitos y publicidades que inciten a los niños a consumirlos, aspirábamos a poder elegir mejor con más información. –explicó Lepes-. Todos sabemos que tomar whisky no es beneficioso para la salud. Entonces, si tomamos whisky todos los días es un problema y lo sabemos. Si tomamos whisky de vez en cuando, no pasa nada. Comer panceta frita de vez en cuando no es un problema. Pero sabemos que no se puede comer panceta frita todos los días. En cambio, hay cosas que no se saben, como que los contenidos de grasa de muchos ultraprocesados son superiores a la panceta frita”.
La cocinera insistió: “Algunas escuelas llevaban a los niños a las fábricas de golosinas y una marca pagaba el viaje. No estaba bien llevar niños para que fueran consumidores dentro del ámbito escolar, no importaba dónde estuviera la escuela. Lo mismo pasaba en escuelas públicas y privadas. Cuando el problema es la alimentación, lo complejo de hacer una ley es que debe ser integral. No importa quién seas y dónde estés, la ley debe proteger a todos por igual. Eso es lo que se buscaba nivelar”.
“Hay que hacer que lo fresco sea más accesible. Que las rutas estén en buenas condiciones para que los lugares puedan recibir fruta y que no se golpee en el viaje. Hay muchas acciones por realizar, la ley sola no va a solucionar eso. La diferencia entre lo que comen los ricos y lo que comen los pobres no la zanja la Ley de Etiquetado, de ninguna manera. Pero sí ayuda a que todos tengamos la misma información.
“Hay que promover una educación alimentaria integral y de calidad”
“Es muy negativo que se vuelva atrás con la ley de Etiquetado. Pero solo era un “frente de ataque” para lograr una educación nutricional, que no se lograría solo con la ley o solamente dando una clase en la escuela. Tenemos que explicar un poco en la escuela, tenemos que saber qué estamos explicando, dar una clase de nutrición y contar sobre la vitamina que tiene el zapallo sirve, pero no alcanza. Porque el bache que hay es anterior a que sepamos qué vitaminas y nutrientes tiene el zapallo”, explicó Narda Lepes.
“Para mí, la cadena de información que necesitamos empieza por saber en qué época del año comer zapallo, qué tipo de zapallo comemos y cómo se come. Eso la gente lo sabía naturalmente antes: en la verdulería había lo que se sembraba y se cosechaba en la región, no lo que viajaba quién sabe desde dónde y desde qué época conservado en cámaras. En regiones donde los camiones trasladan la fruta por caminos de tierra, la fruta llega golpeada y se tira la mitad de lo transportado. El desperdicio de alimentos es una cosa delirante y, además, encarece mucho el precio”.
Y agregó: “La innovación y la tecnología para el desarrollo de productos alimentarios fue tan rápida que dejó al consumidor sin las herramientas que le daba el aprendizaje del día a día, de ver al otro hacerlo. Eso se perdió. Nos desconectamos de esa relación con la comida; hay que volver a construirla. Eso que se rompió durante los últimos 50 años no se arma en un día. Hay que empezar a encarar esta solución de una manera integral y proyectarla a futuro. Llevará mucho tiempo reconstruir esa relación con los alimentos, pero hay que empezar a hacerlo”.
Niños condicionados
“Los problemas de niños con obesidad en las escuelas son un hecho. Tenemos que hacer algo para que todos puedan comer lo mismo, que todos tengan la posibilidad de elegir comer fresco, estacional, que no solo tengan acceso a lo procesado. Por eso para mí lo más importante de la ley era la comunicación. Buscaba a empezar a bajar el bombardeo y el marketing agresivo e intrusivo. Hoy se invierten cientos de millones en investigar cómo condicionar a los niños para que “amen” un producto o una marca; eso está mal. Condicionarlos a que “amen” a un oso violeta que vende jarabe de maíz de alta fructosa. Incluso que lo coman no está mal, lo que está mal es que sean condicionados a comerlo. Tenemos que ordenar esto, porque a futuro no rinde. Hay cosas que lleva mucho tiempo rearmarlas, como la relación que tenemos con la comida, y que se ha roto”.
¿”Apto comestible” o alimento?
“Alimento es cualquier cosa que colabore con la nutrición. Si le preguntás a cualquier persona “¿qué es alimento?”, dirá: “Algo que como y me hace bien, que me hace crecer, me alimenta”. No hay una categoría que sea producto comestible apto para consumo humano pero no alimento. Si no fuese porque estamos donde estamos hoy en materia nutricional, no sería un problema. Creo que cuando todo esto se fue armando no había intención de perjudicar a la gente. Es una cuestión técnica. Entonces, cuando las cosas técnicas son de una forma continúan de esa forma, pero hoy el contexto es otro. La situación —los indicadores en materia de salud pública— es otra. El contexto de la relación que tenemos con los alimentos es distinto. No solo el contexto, también la tecnología que se usa para la producción de alimentos es otra. Por eso es que no podemos tener las mismas reglas. Modificar el Código Alimentario Argentino tiene un montón de trabas para que cambie el sistema de producción de alimentos”.
“Si queremos empezar a construir un cambio, lo que tenemos que entender es cuáles son las razones por las cuales no lo hacen. El único cambio posible es el de los hábitos. Y para generar un cambio de hábitos, hay que hacer muchas cosas y hacerlas en gran escala. Si generar cambios en uno es difícil, imaginemos lo difícil que es generarlos en escala. Tenemos que entender esa escala, indagar y entender cómo se llegó hasta acá. El problema es que la gente lo desconoce, pero no porque sea “burra”. Lo desconoce porque se perdió en el camino. Tenemos que reconstruir esto. No podemos hablar de comida sin vegetal, no podemos hablar de comida sin pensar en que sea fresca, y nuestro Código Alimentario está mal. No podemos tener reglas de hace 70 años. Por eso también era importante contar con la ley de Etiquetado. Tomar más agua, comer productos de estación, cocinar más. Seguir comiendo lo que nos gusta, pero agregar mucha más fruta y verdura. No depender de la receta, que hay miles y tampoco son la solución. El problema es previo a la receta. El problema con ciertos alimentos es que no estamos seguros de cuáles son, qué tienen. No nos animamos a comprarlo; “el alcaucil me da cosa porque no lo entiendo, nunca lo probé, nunca lo toqué”. Este hábito es mucho más común de lo que uno se imagina. Y no depende de la clase social”.